23.11.05

Máis sobre edición e lectura


El director general del libro, Rogelio Blanco, dice que la industria del libro tiene «los pies de barro»
(Publicado en El Mundo, 22.11.05)

«Indigestión» editorial e «indigencia» lectora. El director general del libro, Rogelio Blanco, diagnosticó ayer así los males del sector: «Hay descompensación entre lo que se vende y lo que se lee, la industria tiene los pies de barro»; Blanco expuso lo que es vox populi entre los propios autores: en España se compra mucho (se trata de la segunda potencia mundial en edición), pero se lee poquito (un 43% de españoles presume de no leer «nunca»).
La cosa no tiene buena pinta, por lo que Blanco se manifestó ayer partidario de «cortar las campañas de fomento de la lectura, dado que la gente ya sabe que leer es bueno, e intentarlo de otra manera». El sector del libro representa un 1 % del PIB español, es el décimo más exporta­dor en un país no especialmente exportador y la industria tiene a Latinoamérica como un inmenso público cautivo, dada la endeblez de sus propias industrias.
La Residencia de Estudiantes de Madrid acogió ayer el germen de lo que el profesor José Antonio Marina llama la «conspiración lectora» en el seminario Leer en tiempos de abundancia, coordinado por José Antonio Millán, y si Blanco relativizó la situación –se mostró partidario de una nueva Ley del libro «posconstitucional» y anunció la reactivación del Consejo de Bibliotecas–, Marina no puso paños calientes en el problema:
«El cine es más divertido que la lectura»; «leer es molesto para muchos universitarios»; «hoy Shakespeare es muy complicado de entender»; «¿es que alguien aquí tiene La divina comedia en la mesilla de noche?; «El árbol de la ciencia es de una pedantería insoportable». Como se puede ver, el ensayista desbrozó el terreno de verdades asumidas antes de construir su teoría, que tiene mucho que ver con su profesión de catedrático de instituto.

Literatura e Historia
«Hay que separar el fomento de la lectura del estudio de la Historia de la literatura», fue su teorema central. Marina citó de nuevo a Ortega cuan­do éste propugnó, hace 100 años, que El Quijote no debía leerse a la fuerza en las escuelas: «Los clásicos son para un lector muy formado por­que sólo se disfrutan conociendo mucho el contexto».
El autor de Crónicas de la ultra­modernidad aseguró que «la lectura no debe competir en el entreteni­miento porque ahí tiene poco que ha­cer hoy contra la cultura de la ima­gen», y desgranó sus argumentos para picar a sus alumnos de Secun­daria con el gusanillo de la lectura:
a) «La inteligencia es lingüística, sólo con el lenguaje podemos dirigir nuestra conducta»; b) «Todas las dic­taduras prohíben la lectura, porque lenguaje es, poder», y c) «La convi­vencia es lenguaje, y los problemas vienen por la incomunicación». Marina tuvo tiempo también pa­ra, sutilezas: «Una palabra no co­munica significado, sólo da pistas que hay que reconstruir sobre lo que la persona quiere decir, y fina­lizó proponiendo que cada escuela tenga un encargado de la biblioteca escolar «y no el profesor de guardia que se mete allí a pasar el rato».

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