30.5.06
Con Isaac
O venres pasado, día 26 de maio, asistín na Casa de Cultura de Cuntis, o popular «hospitalillo», á entrega do premio Blanco Torres ao querido Isaac Díaz Pardo. A louvanza -laudatio- que del fixo o tamén moi querido Xesús Alonso Montero foi unha peza excepcional de erudición, vigorosa retórica e fina retranca do país. Pero, sobre todo, de amizade. Nisi in bonis amicitia esse non posse, deixou escrito o vello Tulio, que sobre a amizade sabía tanto que escribiu un tratado: só entre os bos e xenerosos é dable atoparmos a auténtica, a verdadeira amizade, alén de intereses ou trasacordos.
No mesmo día sabíase que Isaac era apartado definitivamente da responsabilidade da empresa que el construíu e que representa un símbolo vivo de Galicia: o Castro, Sargadelos. Non teño datos nin competencia para avaliar esa medida —malia ter, claro está, a miña opinión respecto da mesma e da catadura moral dos suxeitos que andan tras dela— pero é obvia a súa indelicadeza para cun ancián venerable, a quen sen dúbida a decisión e o seu aireo na prensa van amargurar ben os seus últimos chanzos nesta escalera retorcida e fodida que é a vida. Dende estas páxinas, vai, Isaac, a homenaxe do meu agarimo e recoñecemento e una aperta tan forte coma a que nos demos o venres pasado diante do hospitalillo de Cuntis.
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12.5.06
El llanto de la hierba
Recuerdo, en lo profundo, el llanto de la hierba
sobre la superficie. Sólo mi corazón cruza
la vieja línea en busca de la luz. ¿No estás
ya en el horizonte para soplarme,
austro amigo, desde la vieja casa, desde la antigua
lejanía? ¿Qué quedó de los charcos
de nuestro último invierno? ¿O de los amantes
brazos de la tarde? ¿Han muerto ya
las olas a las que dimos nombre?
9.5.06
Páxina baldeira
Hoxe participei pola mañán nunha mesa redonda sobre as saídas profesionais da filoloxía e pola tarde no tribunal dun premio literario para estudantes universitarios. Na rolda de preguntas dos estudantes posterior á intervención dos poñentes na mesa houbo, sobre unha corenta persoas, tres preguntas (dúas dunha mesma persoa). O premio declarámolo deserto. Había catro ou cinco orixinais (a Universidade de Santiago ten más de trinta mil estudantes). Xa non é que non tiveran valor literario algún; simplemente atentaban contra a gramática (cando non a ortografía e a puntuación) máis elemental.
Gustaríame non soar tan pesimista e sentirme máis reconciliado con moitos dos valores que considero inmanentes —a creatividade, a participación, o entusiasmo, a ilusión, os mundos imposibles, a lectura, a busca do que non ten nome, nin etiquetas, o desinterese, a entrega— e sobre todo coa súa transmisión e conservación. Pero ao mellor estou errado.
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8.5.06
La alambrada
Porque vivimos a golpes. Porque apenas sí nos dejan decir que somos quien somos.
Curramos como autómatas cinco días y consumimos dos. Viajar es una actividad empaquetada en celofán. La ilusión de los cumpleaños —¡ay aquellos cumpleaños de chocolate con churros y unos globos de regalo!— apesta a recinto automatizado donde los niños se facturan con una anilla compartiendo su mísero atisbo de excitación con cuatro o cinco niños más. Los libros no duran, las películas se olvidan. Debemos preguntar al ordenador del vídeoclub si ya la hemos visto porque somos incapaces de recordar nada. Nos asombramos cuando la máquina sentencia implacable que la hemos visto hace un mes y medio. Nada dura. Los libros mueren engullidos por ejércitos de otros libros. Estamos tan sobresaturados de información que optamos por la ignorancia o por la lejanía. Compramos dos periódicos y salimos con la biblioteca de Alejandría bajo el brazo. No hay manera de procesar tanta letra, tanto ruido, tanta música, tantos nombres, tantos signos, tantos signos de signos. La galaxia Gutenberg se ha desmadrado, ha milloniplicado sus límites. No nos formamos. Nos informamos. No adquirimos conocimiento. Adquirimos información. Como disponemos de tanta, no ocupa espacio, es la mejor solución: la tele no ocupa espacio; internet no ocupa espacio. La tele. Internet: la monarquía bicéfala.
Celebramos foros internacionales contra el racismo y nos gastamos un pastón en comprar un pastor alemán con pedigrí. Presumimos de la pureza del animal y encontramos muy razonable que cueste mucho más que un palleiro. El puto perro se ha convertido, como las vacaciones, como el coche, en un signo de prestigio y atractivo social.
Nos duele la espalda, nos duele todo el cuerpo. Vivimos sentados: en el despacho, en el coche, en el avión, en el cine, ante el ordenador de casa, ante el portátil, ante la tele. Vamos al gimnasio, después al fisioterapeuta, un par de días a un balneario. Luchamos contra el cansancio, la depresión, las arrugas, el estrés, la angustia, el colesterol, la gordura, el olor corporal, la ansiedad, la pobreza y los signos de la pobreza. Nuevos y patéticos Faustos, queremos que la tecnología y/o la ciencia eviten lo inevitable. Escapamos del infortunio como de la peste, musitando mentalmente el deseo de que pase de largo y no nos toque a nosotros.
Vivimos a hostias con la vida en vez de reconciliarnos con ella. Nuestro enemigo es el tiempo que nadie para, pero deseamos permanentemente que pase: que llegue pronto el verano, que llegue pronto el fin de semana. Nuestra vida está hecha de paréntesis.
Queremos consolarnos con las pequeñas cosas, pero las pequeñas cosas podrían ser una pequeña herencia, un pequeño yate, un pequeño BMW, un pequeño viaje a las Fidji… Huímos hacia delante. Los años van pasando y no adquirimos más sabiduría. Esperamos a Godot. Queremos salir del barril y no nos llega con que el sol nos caliente.
Vivimos dentro de la alambrada. Más allá de su perímetro se extiende Utopía, el cielo sin fondo donde respira sólo aquel que quiere.
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