8.10.06

El libro de las nubes















Hace tanto que no leo en el libro de las nubes
que he empezado a olvidar su contenido.
De vez en cuando,
en su jurisdicción, esclava de azules y fugaces
jirones de almas rotas, adivino,
como bajo la pátina del agua,
rostros que me miran y preguntan
¿quién eres? ¿desde cuándo
respiras y por qué? Y es así
que en tres momentos
se parten mis palabras: la mañana
una muchacha limpia, la tarde el hule
de tantos abandonos y conjuros,
y la noche un hombre enjuto
o un conjunto de murallas.
Huele a cielo y nubes blancas.

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