25.4.08

Despois dun susto nocturno

Xornal dos meus días, bitácora de lembranzas, depósito de angueiras e alegrías, recanto de reflexións e pareceres -e, porque, precisamente, é onde hai confianza onde non debe dar noxo-, nestas páxinas ten debutado xa o sangue do meu sangue. No post de hoxe, en relación non vertical senón paralela, Sonia a muller coa que comparto a vida e nai dos meus fillos, que deixou por escrito unha anécdota familiar da que gustei tanto, que, sen máis, vai de contado. Lembroume —sen ela o querer— o Xigante egoísta de Dickens.

Historia de un balón
Érase una vez un balón que vivía en la estantería de un centro comercial hasta el día en el que un niño lo compró.
El balón en cuestión llego a la casa del niño y fue cuidadosamente depositado en un lugar preferente de su cuarto, a la espera de que la lluvia insistente de los últimos días cesara de una vez y así poder estrenarlo en las pistas de la urbanización en la cual vivía.
Ese día llegó. Una jornada que amaneció lluviosa dió paso a una hermosa tarde primaveral y el niño, en cuanto regresó del cole, se fue directamente a probar su balón nuevo con el resto de sus amigos.
Todo iba bien hasta que la mala fortuna hizo que la pelota, en un tiro mal calculado por parte de un compañero, se colase en la casa que linda con la pista de fútbol, como había pasado ya en otras ocasiones debido a la escasa altura de la valla colindante.
A los pocos minutos el balón fue devuelto a la pista de juego, pero sorprendentemente apareció con un corte efectuado en su parte externa que produjó que la goma se saliese a modo de chichón.
El niño, desolado, vió como su balón recién estrenado había sido mutilado y por la noche lo guardó debajo de su cama, quizás para ofrecerle cierto consuelo.
Ese mismo niño se despertó a las cuatro de la madrugada y se presentó aterrado en el cuarto de sus padres después de haberse producido una estrepitosa explosión que puso en alerta a toda la familia.
Una vez explorada la casa para comprobar el origen del estruendo el niño, un poco más calmado, exclamó: ¡ Ha sido el balón, ha explotado!
En efecto, el balón brillante se había convertido en una especie de pellejo que no soportó la presión del bulto que le había producido el corte practicado la tarde anterior.
La familia no pudo volver a dormir esa noche, el balón pasó a mejor vida y el niño...

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