
É un pouco longo pero a reflexión, feita hai catrocentos cincuenta anos, paga a pena.
Es costumbre tan usada en qualquiera que lee un libro si halla algunos defetos o mentiras o letras mal puestas o unas por otras que luego hechan la culpa al impresor que lo imprimió sin saber si aciertan o si no, que como ya tiene esta rama no avrá nadie que se la quite y para desengañarlos que assí hechan la culpa a los impresores determiné de avisarles declarándoles la manera que se tiene en las correciones, y aveys de saber que en qualquier emplenta ay un corretor asalariado para que corrija todos los libros que se imprimen y este a de tener cuydado de corregir todas las faltas que halla en el original y que se hazen en la emplenta y asi si algunos defetos se hazen son a cargo del corretor y no del impresor y asi ninguno se debe de marabillar por las faltas que halla porque por si mesmo puede juzgar a los corretores: estays escribiendo una carta a donde teneys todo vuestro juyzio y memoria y entendimiento, a donde no teneys mas con quien entender sino con el papel y la pluma y tinta y después de escripta tornándola a leer halláis en ella harto que tornar a enmendar y aun tornarla a trasladar, quanto mas donde ay tantas menudencias de letras que no basta juyzio vmano para hazer que en lo que se imprime no llebe defetos porque por mi lo he visto passar dos y tres vezes y aun guardo una prueba y si me tomas en juramento juraría que no ay en ella que corregir y tornarla a leer y hallar en ella algunas mentiras o letras mal puestas y aun algunos que me han dado obras ha imprimir y ellos mesmos ser corretores de sus obras y dezirme que sus obras no han de llebar sola una mentira y al cabo de impresa la obra tornarla a passar el autor y hallar tantas que estaban espantados asi que se pasan los ojos y no basta nadie ha hazer que no llebe defetos aun que mas mirar y diligencia tengan.
Ben certo é, xa o dixo o latino: Nihil novum sub sole!
2 comentarios:
Canta razón! Eu tiven ocasión de enfrontarme en dúas ocasións a tan ingrata labor. Na primeira delas había unha mistura ben remexida de autores de distinta procedencia: os latinoamericanos pasaron das normas editorial, os ianquis xa tiñan as súas, como para impoñerlle nada..., en fin, un sindiós! Na segunda, o que se recibiu era un enxendro inclasificable que acabou convertido nunha publicación digna. Como moitísimo, un agradecementiño que fai quedar ao autor como dios, porque se farta de nomear: dende a nai que o pariu, pois obviamente sen ela non tería existido, até o fillo que nacera entanto andaba compoñendo o asunto, froito dun momento de relaxación. E naquel galimatías de débedas da máis variopinta índole, aparece o verdadeiro responsable do alumeamento.
Coñezo casos nos que nin eso. A xenerosidade é o que ten: alguén que voluntariamente se presta a facer a mesma labor, pero sen gratificación algunha, nin sequera a de figurar como editor.
Pois eso, nada novo.
Saúdos!
É que se hai unha profesión onde a xenerosidade se traduce en labor ben feito é a de editor. Pobres dos libros que editamos se fósemos uns tanazas intelectuais!
Saúdos.
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