24.1.06

Una catedral del español


Jamás me ha arrepentido de haber elegido las letras —la filología— como el canal y el destino de mis afanes intelectuales y los libros como el más excelso vehículo de éstos. Cuánto de esta seguridad —convencimiento maduro obtenido con la perspectiva del tiempo— se deba a ciertas obras, empañadas no ya sólo del reconocimiento profesional sino del fetichismo necesario para desnudar al objeto de su utilidad primera y más aparente, es algo difícil de determinar. Pero no me cabe duda de que entre tales obras está el Manual de Gramática Histórica Española de Ramón Menéndez Pidal, probablemente el libro de cuantos poseo más manoseado, sobreescrito y cuarteado del puro uso . Todo lo que en materia de historia del español se ha hecho no es sino reinterpretación o reorientación a la luz de más datos y otras formas más evolucionadas de investigación de un germen que ya estaba allí. Ya no se escriben libros así. No es el libro de un investigador; es el libro de un sabio.
Y un sabio (con el aspecto paradigmático de un sabio, con la barba quijotestca, las gafas, el sombrero y el porte que se espera en un sabio) es quien —en la foto tomada en 1961— ofrece la mano a Anthony Mann, director de la versión que Hollywood hizo de El Cid, con un Charlton Heston en la piel de Ruy Díaz, que observa al sabio con una expresión entre respetuosa, cariñosa y divertida. Probablemente alguien le dijo al galán:
-Mira, Charlton, este es el tipo que más sabe del Cid del puto mundo.

Ahora, Diego Catalán, eximio filólogo y nieto del sabio, ha publicado, bajo los auspicios de la RAE y la Fundación Ramón Menéndez Pidal, una obra calificada por José-Carlos Mainer (El País, "Babelia", 26.11.05) como un memorable acontecimiento en la historia de las humanidades españolas: la Historia de la Lengua Española en dos volúmenes (1367+747 páginas). Toda la información aquí.

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